Lecciones del pasado en tiempos de crisis: de Caral al Incanato




Gobernar un país como el nuestro, con grandes desigualdades socio-económicas, educativas, culturales y una geografía agreste, no es poca cosa. Hoy más que nunca estas desiguldadaes han quedado en evidencia. Tenemos un Presidente que parece perdido en su propio laberinto,  aunque en realidad para ser justa,  Vizcarra representa hoy en día, la síntesis de 200 años de corrupción y malos gobiernos , con las debidas excepciones por supuesto.
Así las cosas, la problemática nacional, visibilizada por la crisis del COVID 19, no es ninguna novedad. Las dificultades de fondo que tenemos como país, son en mayor o menor grado, las mismas con las que nos iniciamos como República. El crecimiento económico no ha ido en paralelo con el desarrollo social ni con el mejoramiento de las Instituciones del Estado y su clase politica. La independencia de España terminó con una relación de poder, sin embargo, la relación  cultural continuó. Lamentablemente, en la construcción de este nuevo país, lejos de rescatarse los conocimientos  y valores ancestrales de nuestros aborígenes, por lo menos los que aún eran posible pues gran parte se perdieron con los últimos Incas; se les desestimó sin tomar en cuenta que la Historia es experiencia y la experiencia, conocimiento.
La crisis del COVID 19 ha puesto en evidencia a un país difícil de gobernar. Se han intentado desde mensajes asertivos hasta la represión, pero nada parece funcionar. Las medidas desarrolladas, tanto en el ámbito sanitario como el económico, han sido una secuencia de ensayo-error . Entonces ¿ qué es lo que ha estado fallando ? tal vez una mirada al pasado nos ayude a comprender mejor.
Planificar el desarrollo de un país, significa anticiparse a las necesidades de su población y dentro de esas necesidades, implementar medidas de prevención para reducir los impactos en épocas de crisis o de catástrofes,  es crucial.
En el Perú antiguo, la civilización Caral (5,000 años a.p.), cubría una extensión de 400 kms. De norte a sur y de 300 kms. de este a oeste en el área nor-central andina sumando una serie de poblados ubicados en los diferentes pisos altitudinales. Cada uno con su propia cultura y tipos de adaptaciones al medio que habitaban.  La constante interacción entre ellos –ya sea intercambiando bienes o tecnología – dio origen al inicio de la civilización en el antiguo Perú a partir de un sabio manejo transversal del territorio y la articulación interregional a lo largo del del proceso cultural andino. Se aplicaron diferentes estrategias de subsistencia según la disponibilidad de agua, características de los suelos y recursos existentes. Nótese la gran diferencia de criterios para constituir una unidad política de aquellos tiempos, básicamente, la accesibilidad a una variedad de recursos y compárece con la conformación de las Regiones actuales creadas  simplemente sobre la base de los antiguos Departamentos sin ningún criterio económico, social ni ambiental, causa del fracaso de las mismas. Hoy, la Regionalización lejos de coadyuvar en la solución de la emergencia sanitaria, son focos de ineficiencia y corrupción, sin políticas articuladas para enfrentar períodos de escacez y calamidades.
A la civilización Caral le corresponden los primeros quipus, herramienta vital para la contabilidad y la narración de sucesos. Los quipus registraban censos, pago de tributos, calendarios, reservas de alimentos, rebaño de camélidos, etc. Es decir, los quipus eran la síntesis de la realidad del territorio gobernado, en base a lo cual se hacían los cálculos de redistribución, entre otros. Es decir, eran la base de su planificación y control en lo pertinente a su población. Lamentablemente desconocemos a ciencia cierta la manera exacta como funcionaba este complicado sistema de nudos, pero lo que sí sabemos es que esta importante herramienta de registro de probada eficiencia y efectividad, no tiene nada que envidiar a nuestra actual tecnología cuyo uso masivo aún está en proceso a lo largo de nuestro territorio.
Siglos más tarde, el establecimiento del Imperio Incaico (1,440-1,532 d.C.) en el territorio andino, representa la suma del conocimiento y la experiencia de sus antepasados. El uso del quipu continuó, en especial para conocer la conformación de la población y su disponibilidad para el trabajo. Los Incas planificaban sus políticas de gobierno a través de información exacta. Estas políticas deberían funcionar, tanto en tiempos de paz, de guerra y de desastres, cualquiera sea su tipo.
Las políticas antes mencionadas, giraban en relación a tres aspectos: la Reciprocidad, la Redistribución y la organización del trabajo. La prevención fue un criterio primordial para el cuidado y protección de su población. Se hicieron Marcas o soterrados para guardar alimentos deshidratados. Se construyeron Collcas en las laderas de los cerros para preservar alimentos y objetos y alrededor de los caminos se ubicaron los Tambos para ser usados como albergues y almacenes de productos de todo tipo para ser usados en tiempos de desastres, para épocas de hambruna y para abastecer a los guerreros.
La población estaba protegida a través de un sistema de tributos que se materializaba en la prestación de servicios. Al Imperio Incaico se le puede considerar entre los primeros  Estados de bienestar. No había población desamparada. Los ancianos , discapacitados y viudas estaban bajo el cuidado de su comunidad que los apoyaban cultivándoles sus tierras y facilitándoles servicios. El éxito del Imperio Inca, en resumen, se debió a su buena organización , el ejercicio de la justicia y el Derecho a través de sanciones radicales y la búsqueda del bien común.
De los expuesto anteriormente, las diferencias con el presente saltan a la vista. Mientras que en el Imperio Incaico, la clave del éxito del sistema estaba basado en el rol que cumplían los Apu (gobernador de un suyo) y de los  Curacas (autoridades de los ayllus), en la actualidad vemos que las funciones de los Gobernadores Regionales y  de las autoridades local  han sido en general deficientes para articular las políticas nacionales en favor de la población y cumplir su rol intermediario entre las ayudas establecidas por el Gobierno Nacional y la entrega de las mismas a la población objetivo, como es el caso de las canastas alimentarias. Es inconcebible, que las Regiones, con los importantes presupuestos que manejan, no sean capaces de implementar por sí mismas políticas de prevención para asistir a su pobalción en tiempos defíciles como la actual crisis del coronavirus.

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