Me enamoré en La Punta: Tributo a mi amada Madre
Estimados lectores, mi Blog de hoy está dedicado a un sentido homenaje mi madre. Hoy, utilizando sus recuerdos que pude anotar hace algunos años, me introduzco en su mente y su corazón para escribir, como si fuera ella, un breve resumen de lo que fue su vida hasta su viaje a Viena, lugar donde todo empezó...
Hoy, a mis 83 años, sentada en mi balcón, en Viena, admirando el mismo paisaje que algún día observó un pequeño niño, que luego, con el pasar de los años, se convertiría en mi amado compañero, vienen a mi mente una serie de recuerdos y reflexiones que atesoro en mi alma.
Cómo no sorprenderme al comprender que tuvo que ocurrir una primera Guerra Mundial y luego la gran Depresión de 1,929 que obligó a muchos de austriacos a emigrar al Perú en busca de un futuro mejor, para que finalmente, un feliz día, en La Punta, nos pudiésemos conocer tras una larga historia de arduo trabajo, perseverancia y sacrificio en el proyecto de colonización en La Esperanza, Huaral.
Otto, así se llamaba él, ya siendo un joven, regresó al Callao, lugar donde pisó tierra peruana por primera vez y en el que habitaban muchos europeos como él. Se asentó en La Punta con su familia y aquí empieza nuestra historia...
Si mi memoria no me falla, corría el año 1,943 en el que llegué con mi familia procedente de la base FAP de Pucallpa donde mi padre, piloto de la primera promoción de pilotos FAP del Perú, ejerció como Jefe. Nos instalamos en unas habitaciones amplias que rentaban frente al Parque Principal, pero al cabo de un tiempo nos mudamos a una hermosa casa, estilo Victoriano, que rentaba el Sr. Humberto Piaggio en la cuadra tres del Jirón Medina. En esa casa pasé los años más felices de mi vida: allí nacieron mis seis hijos y hasta algunos de mis nietos y, en esa misma casa partió mi querido Otto a ese viaje del que nunca se regresa.
Al llegar a la Punta, con apenas unos once años, la vida transcurría bella. Los grises inviernos se alternaban con los alegres veranos cuyo centro de encuentro era el bellísimo Malecón Pardo con su zona de baños junto al Muelle de Galletti y su piso hecho de tablones de madera directamente sobre las piedras de la playa. Por allí solíamos salir a pasear por las noches: las chicas por un lado y los muchachos por el otro, no podíamos cruzarnos pues en las bancas dispuestas a lo largo del camino estaban nuestros padres vigilando que ningún atrevido ose trasgredir las reglas. Recuerdo que sobre el gran piso de cemento del malecón se erigía una espaciosa pérgola con piso de losetas a la que se accedía a través de unas gradas. Allí habían una serie de bancas donde solían sentarse las parejas. Sobre esta pérgola se ubicaba un restaurante, pero lamentablemente, mi memoria ya no me dice mucho. Lo que sí recuerdo son las alegres tardes en las que el malecón se llenaba de coches con bebés y bicicletas y por supuesto los heladeros con sus afamados helados Donofrio y las alegres kermeses
Otra playa preciosa, era La Arenilla,de piedras pequeñas y arena debajo del mar, con mucho piso, ah, pero eso sí, ésa era sólo para valientes y expertos nadadores- como yo- por sus fuertes e intempestivas correntadas. Allí solía ingresar y pasar a nado hasta el malecón Pardo bordeando el muelle Galletti.. Las tardes eran para las alegres conversas en las bellas glorietas del Cantolao que conectaban a través de un camino de madera con las grandes casonas ubicadas a lo largo del malecón Figueredo ,particularmente en la de la casa de la familia Wise.
Así transcurrió mi adolescencia, entre mi tiempo de colegiala en el San José de Cluny de la avenida Wilson, al que por cierto me iba con mi grupo, en el famoso tranvía que unía La Punta con Lima (no puedo evitar reírme al recordar cómo nos gustaba molestar al grupo que se iba al Belén poniéndoles cabe para que se caigan ) y, los esperados y bulliciosos veranos hasta que una inolvidable tarde de retreta (costumbre clásica de cada miércoles a las 7 de la noche que reunía masivamente a los punteños en los meses veraniegos) sucedió algo imprevisto. Recuerdo bien que era el mes de enero, pues yo estaba cerca de cumplir mis catorce años cuando una noche de retreta, mi padre me pidió que le haga una compra en la tienda de la esquina. Salgo entonces yo muy entusiasmada y distraída por la alegre música sin mirar mi camino de tal manera que me termino dando tremendo tropezón con un apuesto joven de aspecto extranjero quien me queda mirando entre sorprendido y contento. Él, por supuesto, me pidió disculpas, yo por supuesto seguí mi camino avergonzada, sin embargo nuestras miradas, quedaron unidas en ese mismo instante...
Desde ese día, mi galán me esperaba en la esquina de mi casa, frente al Castillo Rospigliosi cada tarde sin atreverse a pronunciar palabra alguna, sólo miraba....tímido el pobre !. Así transcurrieron los días, hasta que un buen amigo, Kiko Viacava le hizo el favor de presentarme y así terminar con sus "guardias" de cada tarde.
EL amor no se hizo esperar y yo, a mis catorce años, ¡ya tenía novio ! Nuestros años de amoríos pasaron entre la playa, las idas a la heladería Taormina, el Bar-restaurante Bartolo, el restaurante ubicado al final del del pasaje 2 de mayo en el que una morena hacía los mejores frejoles negros. Era un lugar rústico atendido por sus hijos y, por supuesto, no podían faltar las noches de cine en el Nido o en el Majestic. El Nido, con su desagradable olor a orines y sus bancas de madera pero el Majestic era otra cosa, tenía butacas y las personas solían asistir a la función de noche, en pijama...cosa de punteños jaja !
Así , luego de tres años, nos casamos y continuamos viviendo en nuestra casa del Jirón Medina con nuestros seis hijos hasta que tuvo que partir después de más de veinticinco años de casados y miren lo que es la vida... después de quedar viuda, estoy aquí, en Viena, en el lugar de donde partió mi Otto y su familia hace cerca de 86 años para emprender un difícil viaje a vapor por más de un mes hacia el Perú...yo, hice el mismo viaje, pero al revés hace más de veinte años, en un cómodo avión por dieciocho horas para volver a empezar y observando el mismo bello paisaje que él también alguna vez observó...
Comentarios
Publicar un comentario